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Votar por PRI o PAN, un suicidio colectivo (Guillermo Fabela Quiñones)

 
Votar por PRI o PAN, un suicidio  colectivo
Con todo, no debe perderse de vista que tantos o más perjuicios al país provocó Carlos Salinas de Gortari, quien sería el principal beneficiario de llegar Peña Nieto a Los Pinos.



            El pueblo debe tener muy claro que tanto el PAN como el PRI representan los intereses de la oligarquía, la única diferencia es que los primeros son conservadores de corte decimonónico, mientras que los priístas son herederos de una ideología laica y progresista que acabó disolviéndose en el ejercicio del poder, hasta coincidir en muchos aspectos con el conservadurismo clerical de los panistas. Por lo tanto, es demagogia pura el discurso del candidato tricolor, Enrique Peña Nieto, y del dirigente nacional, Pedro Joaquín Coldwell, en el que tratan ambos de deslindarse del PAN, echándole toda la culpa de los gravísimos problemas que enfrentamos.
            Desde luego, con Felipe Calderón las adversidades que caracterizan al país en esta hora, se magnificaron. Esto es incuestionable. Era previsible que así sucediera porque los “políticos” panistas no tienen idea de lo que significa gobernar, debido a que su concepción del mundo y de la vida es absolutamente ajena a la idea clásica de gobierno, incluso dentro del marco ideológico de la democracia representativa. Lo han demostrado con hechos, en once años que llevan en el poder en México. Pero los priístas que llegaron a Los Pinos con Miguel de la Madrid no se quedan atrás, pues fueron preparados para servir a la elite privilegiada, no para gobernar conforme a los principios y programas originales de su partido.
            Lo bueno, podría suponerse con algo de optimismo, es que con Calderón tocamos fondo como país en decadencia. Lo malo sería que continuara el PRI, pues esa decadencia se prolongaría a niveles insondables, creando condiciones para un trágico despertar de la pesadilla que han significado tres décadas de neoliberalismo. Un país de cerca de 115 millones de habitantes no puede seguir siendo “gobernado” de la manera en que lo han hecho los tecnócratas de uno y otro partido, excluyendo a la inmensa mayoría y cancelando toda posibilidad de mínimo bienestar, en aras de brindar privilegios extraordinarios a unos pocos. Sería una invitación al suicidio colectivo.
            Sin embargo, eso es lo que nos proponen Peña Nieto y el PAN (quienquiera que sea su candidato), no sólo más del mismo veneno que nos han suministrado durante tres décadas, sino incluso en dosis mayores. Esto porque sólo así podrían mantenerse en el mando de las instituciones, es decir con el apoyo de las fuerzas armadas y de los cuerpos policíacos. Dice Peña Nieto que de ganar en julio se convertiría en “fiel intérprete” de los anhelos y las necesidades de la sociedad en las diferentes regiones del país. No podría hacerlo, porque está atado a los compromisos que lo llevaron a ser el abanderado de la oligarquía que busca mantener sus privilegios, la cual sabe que con el PAN ya no tiene garantizada su hegemonía social, política y económica.
            El fracaso de Calderón ha sido de tal magnitud, que la elite ya no seguirá apoyando al PAN, sino que regresará a su maridaje con el partido tricolor, tan conservador y apátrida como los panistas, pero con mucho más oficio político en todos los aspectos. De ahí la importancia de que el pueblo no se deje engañar con el discurso “reivindicatorio” de los priístas. Creer en su monumental y descarnada demagogia sería tanto como aceptar que México no merece una vida mejor y más digna.
            Para salir del agujero en que nos metieron priístas y panistas es vital la participación de toda la sociedad, cosa que sería imposible si continuaran en el poder, porque su quehacer al frente del Estado se fundamenta en la exclusión de las mayorías, a fin de que la elite tenga mayores beneficios. Como esto es cada vez más evidente, el PRI buscará los medios para hacer creer a la sociedad que tiene diferencias “profundas” con el partido ultraconservador. A ello obedece la justa demanda contra el apátrida Ernesto Zedillo. El grupo que patrocina a Peña Nieto quiere que el ex presidente sea quien reciba el desprecio popular, que desde luego merece, no sólo por crímenes de lesa humanidad, como los de Acteal, sino por el grave daño al patrimonio nacional durante su sexenio.
            Con todo, no debe perderse de vista que tantos o más perjuicios al país provocó Carlos Salinas de Gortari, quien sería el principal beneficiario de llegar Peña Nieto a Los Pinos. El desmantelamiento del Estado sería brutal, al fin que le apuestan a la inmovilidad y desorganización de la sociedad nacional, lo que buscarían lograr pronto mediante la instauración de un Estado policíaco y netamente autoritario.
Guillermo Fabela Quiñones - Opinión EMET