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Hay pleno conocimiento, en los círculos de poder trasnacionales, que a México le toca poner los muertos para que el negocio siga más boyante que nunca. El problema se agrava internamente
En la reunión anual con el cuerpo diplomático acreditado en el extranjero, Calderón insistió en este punto al instar a los embajadores y cónsules a mejorar la imagen del país. Esto será imposible, desde luego, mientras aquí no cambien las cosas. No se debe pasar por alto que la globalización permite que las noticias corran más rápido y lleguen a todos los rincones del planeta. Por más que Calderón quisiera ocultar la realidad nacional, los hechos allí están y son puntualmente registrados por la prensa extranjera acreditada en el país.
Los graves problemas que aquejan a los mexicanos no son un asunto de percepción negativa, sino el resultado de un “gobierno” que desde un principio se desentendió del compromiso de gobernar, entendida esta función como la responsabilidad del grupo en el poder de ser un árbitro imparcial, capaz de garantizar que las reglas de juego del sistema político se cumplan con el fin supremo de afianzar el Estado de Derecho. Ni por asomo actuó así la actual administración panista, sino con un claro sentido del ejercicio del poder con una finalidad patrimonialista.
De ahí el origen del agravamiento de los problemas de todo tipo que caracterizan al país en estos momentos. Allí están para corroborarlo los conflictos innecesarios con los trabajadores de la compañía Mexicana de Aviación, con los trabajadores mineros y electricistas; la crisis estructural del agro, agravada el año que acaba de concluir por la sequía en el Norte y las inundaciones en el Sureste; la desbocada corrupción que cerró con el escándalo de país tercermundista con la famosa “Estela de Luz”. Con todo, lo que rebasa cualquier consideración es la violencia que sacude al país, la cual continúa porque no hay voluntad del “gobierno” para frenarla, como lo demuestran los hechos. El año 2011 concluyó con12 mil muertos contabilizados, más los imposibles de contabilizar porque los enfrentamientos sucedieron en parajes perdidos del territorio nacional.
Es natural que se reproduzcan en las cárceles del país las cosas que suceden en las calles y en el monte, sobre todo si son encerradas en el mismo penal bandas rivales, como sucedió el 4 de enero en el penal de Altamira, Tamaulipas, donde se enfrentaron miembros de los “Zetas” contra integrantes del “cártel del Golfo”, con saldo de 31 muertos y 9 heridos. Se trata de noticias que inmediatamente dan la vuelta al mundo, porque no es común que las cárceles se conviertan en campos de batalla, porque las autoridades han dejado el control de ellas a los propios delincuentes.
Así que no es un asunto de percepción negativa lo que sucede en México, sino una realidad que nos desborda. Pedir al cuerpo diplomático que mejore la imagen de México, es tanto como instarlos a que se pongan a contar mentiras, las cuales inmediatamente serían descalificadas y la imagen del país quedaría peor aún. En el mundo se sabe que nuestro país es presa de una violencia incontrolable, porque así lo determina la geopolítica del extraordinario negocio que significa el narcotráfico y la venta de armas por parte de los fabricantes estadounidenses.
Hay pleno conocimiento, en los círculos de poder trasnacionales, que a México le toca poner los muertos para que el negocio siga más boyante que nunca. El problema se agrava internamente, porque las políticas públicas del “gobierno” calderonista son netamente antidemocráticas. De ahí que estemos viviendo una realidad apocalíptica cuyas consecuencias será muy difícil revertir, pero que será inevitable hacerlo con firmeza, voluntad política y sensibilidad social.
El que siga habiendo turismo extranjero, de lo que se jacta Calderón, es la demostración objetiva de las enormes posibilidades de México como país con grandes atractivos. Sin embargo, los visitantes son apenas una reducidísima parte del número de turistas que deberían visitar nuestro territorio. Esto lo saben muy bien los prestadores de servicios de los principales centros turísticos. No es casual que la salida de capitales de mexicanos se haya acelerado en los últimos meses. Según el Banco de México, entre enero y noviembre de 2011se enviaron al extranjero 6 mil 310 millones de dólares, con lo que suman ya 80 mil millones de dólares los que han salido del país en lo que va del sexenio. ¿Quién resultó finalmente un verdadero peligro para México?
Guillermo Fabela Quiñones - Opinión EMET
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