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Mi gran mentor: Abel Boza Castanedo

 
Mi gran mentor: Abel Boza  Castanedo
Las personas que me conocen, saben que si algo tengo es ser respetuoso con mi prójimo. Si alguien piensa diferente a mí y tiene disposición de debatir ideas



Don Abel era un tipo extraordinario, lo conocí a principios de 1995, justo en el apogeo del error de diciembre, yo necesitaba empleo y él un productor de radio. En menos de 15 minutos, ya habíamos pactado nuestra relación laboral y de ahí en adelante, me convertí en su productor de radio de lunes a viernes, en su corrector de estilo los días de entrega de su columna, y prácticamente en su secretario particular de tiempo completo. Cuando menos me di cuenta, ya era parte de su generosa familia.
A mis 22 años con un título universitario bajo el brazo, la vida laboral no era sencilla. Entonces Don Abel me prohijó y me involucró en toda labor periodística. Aprendí saberes que la universidad no me había brindado. Lugar donde llegábamos Don Abel era recibido con abrazos y loas, era un hombre generoso, si lo consideraba políticamente correcto, dejaba pagada la cuenta de alguna amigo que fuera vecino de mesa.
Los políticos se le acercaban y siempre ganaban una invitación al programa de radio o una mención en la columna. Don Abel si bien era un priista de hueso colorado, siempre mantuvo buenas relaciones con integrantes de otras fuerzas políticas. Recuerdo que me decía: “en estos tiempos hay que estar bien con dios y con el diablo Juan José”.
Su columna Área Metropolitana aparecía en El Sol de mediodía, la escribía en una máquina de escribir mecánica; con el tiempo solicitó ayuda a jóvenes de la redacción de la estación de radio para que se las transcribieran en computadora y religiosamente las entregaba al Director en turno. Después de entregar la columna, Don Abel se dedicaba a las relaciones públicas. Ese era su talento, tenía un carisma inigualable, en un sólo restaurante podía conseguir invitados para el programa e información para la columna.
Siempre mantuve una excelente relación con él, pese a su priismo inconmensurable y a mi férrea idea de ser de izquierda. Don Abel era un hombre sabio, había vivido lo suficiente como para ver la vida con otro sentido, amaba a su familia y veneraba el recuerdo de su padre. Y todo tenía un lado positivo, más de una vez nos perdimos cuando viajábamos a algún sitio, obviamente no había gps, entonces cuando definitivamente no sabíamos dónde andábamos, él se limitaba a decir: “no te preocupes Juan José, los viajes ilustran”…
Siempre tenía respuesta para todo, aún en momentos de pesadumbre política él sabía qué, cómo y cuándo iban a actuar los políticos para destrabar las cosas. Decenas de veces me sorprendí de su capacidad de predicción. Por ejemplo, recuerdo que cuando Fidel Herrera apenas buscaba la candidatura del PRI al gobierno de Veracruz, yo sostenía que el ex gobernador era un cartucho quemado y que el priismo tecnócrata no le iba a dar la candidatura, aún recuerdo la cara de Don Abel que con toda calma, me decía: “No te creas Juan José, mi compadre sabe de mañas y conoce las más recónditas debilidades y fortalezas del PRI, él será el próximo gobernador de mi tierra”. Al paso del tiempo Fidel Herrera se hizo candidato y posteriormente gobernador. Yo estaba equivocado.
Pero Don Abel no sólo era un columnista político, también era un defensor de la cultura mexicana. Los sábados por la noche teníamos un programa que no abordaba los temas políticos, sino lo más vivo de la cultura mexicana. El programa era maratónico, comenzaba a las nueve de la noche y terminaba por ahí de las tres de la mañana. Iniciábamos con una sección de preguntas y respuestas a un mecánico automotriz, (dicho sea de paso hoy me sorprendo de quienes se ostentan como iniciadores de ese tipo de temáticas en la radio cuando Don Abel y yo ya lo teníamos desde antes), seguíamos con un médico y a las diez y media de la noche comenzábamos con nuestro programa estelar: Serenata en mi barrio.
En este espacio sólo existía la música mexicana en vivo, tríos, solistas, grupos, etc., desfilaron por la cabina de ABC Radio por más de 12 años que duró nuestra aventura, nunca pusimos una sola canción grabada, todo era en vivo, al principio conseguíamos a los cantantes de cuanto lugar visitábamos hasta que se unió al equipo mi gran amigo Roberto Ostos, un empresario e interprete de excelente voz que muy pronto asumió nuestra idea de preservar el folclor mexicano y nos dotó de nuevos talentos y artistas de fama reconocida.
A media noche terminaba el segmento de Serenata en mi barrio y Don Abel me dejaba al mando del programa, comencé primero haciendo un programa de literatura, luego de tecnología, hasta que se convirtió en una sección de análisis político hecho por jovencitos bisoños. Poco a poco llegó la madurez y el programa se colocó en uno de los preferidos de los radioescuchas madrugadores. Gracias a Don Abel, nunca fui censurado, pese a que reconozco que en más de una ocasión nuestros comentarios eran agresivos y a veces insultantes y sin sustento.
Al paso del tiempo, las cosas cambiaron y dejamos la radio. Esa suspensión obligó a que yo buscará otros derroteros y Don Abel hizo lo propio. Desde entonces no lo volví a ver y hace años que no sé nada de él.  Pero traigo a cuentas este breve pasaje a mi memoria, para recordar que una de las cosas sustantivas que aprendí de Don Abel es que todos los políticos merecen nuestro respeto, pero no así, los políticos que desprecian a los ciudadanos, esos no son políticos, sino mercenarios del poder. Y hoy lo que veo en la clase política que actualmente opera los destinos del país, es que cada vez son más ambiciosos y mezquinos y no les importa un comino lo que ocurra a ras de piso. Esos pseudopolíticos deben abandonar el poder.
@juanjosesolis
FB/JJSolisDelgado
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