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Sin embargo, de entre las pérdidas que pueden ser de lo más lamentables, se encuentra dentro de la sociedad. No me refiero a los miles de muertos, cuya cuenta se incrementa a cada discurso
Sin embargo, de entre las pérdidas que pueden ser de lo más lamentables, se encuentra dentro de la sociedad. No me refiero a los miles de muertos, cuya cuenta se incrementa a cada discurso, sino a la desmovilización de la sociedad que comienza a fundar sus esperanzas en el trance electoral, o al menos gran parte de sus esperanzas. La inducción del proceso electoral como alternativa al reclamo disidente y contestatario es quizás uno de los mayores logros del Estado en su afán por controlar el descontento social, tan es así que todos los aspirantes a ser los empleados de los poderes fácticos, están dados a la tarea de cacarear las soluciones obvias a los problemas de siempre, incluso el candidato de la “izquierda” electoral.
Lamento no recordar al autor de una frase que sintetiza lo anterior sin tanta diatriba: “Si las elecciones cambiaran algo, seguro ya las habrían prohibido”. La razón de oponerse al proceso electoral como un motor de cambio histórico radica en el hecho en que aquellos que han violentado la voluntad popular siguen ostentando los mecanismos de las “elecciones”.
El llamado no es a la anulación o a la abstención de votar sino a tomar acciones paralelas al sufragio, a la politización de la sociedad civil, a la toma de posturas políticas y activismo en diversos grados de participación. El involucramiento de la sociedad es posible mediante su integración a los reclamos más sencillos que grupos civiles que ya hacen patentes en sus demandas. Los indignados en el centro de Coyoacán, el campamento de la Bolsa de Valores, los despojados de Luz y Fuerza del Centro, los manifestantes de Jalisco en contra de la modificación del artículo 24, los defensores de los derechos humanos en Chihuahua… ninguno de esos movimientos civiles cuenta con partido político alguno detrás, ni uno sólo busca el poder, tan sólo cambiar el entorno para sí y los suyos. No involucrarse es, por lo menos, irresponsable. Una sociedad movilizada ya no requiere de un líder partidista, ni siquiera de un mitin político que arengue a las masas a una resistencia por una causa ajena; basta tener motivos personales.
Informarse no envilece al individuo, lo hace el emitir opiniones sin antes estar enterado de lo que habla.
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MorfO - Opinión EMET
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