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Porque a Calderón, igual que le sucedió a Zedillo en su momento, las fuerzas de su partido van a acabar imponiéndole el candidato.
Con ciertas variantes, lo que este escribidor ha escuchado borda en torno a prácticamente lo mismo.
Que tal se habría cocinado luego de que el michoacano finalmente se percatara de que perdió ya el control de la sucesión al seno de su propio partido, Acción Nacional, donde tras el fracaso de la llamada “consulta indicativa” su denominado “delfín”, Ernesto Cordero, no alcanzaría ni la postulación a una regiduría en San Pedro de los Palotes.
También porque, ante la evidencia de las encuestas que hasta hoy se han levantado, con ninguno de quienes ahora son precandidatos el PAN conseguiría sentar a uno de los suyos en la principal oficina del Palacio Nacional y sí, en cambio, podrían conseguirlo, en ese orden, Peña Nieto o aún el propio Andrés Manuel López Obrador, caso dado de que el aspirante presidencial del tricolor continúe bajando en las preferencias electorales ya por sus no pocos errores y dislates, ya por la soberbia que caracteriza a su abigarrado equipo de mexiquenses –los priístas de otros lares han sido desplazados y hasta alejados--, ya por lo que usted guste o mande.
Para establecer el pacto con Peña Nieto a Calderón lo impulsaría la muy necesaria protección o inmunidad que, en otro caso y bajo otras circunstancias, hoy reclama Ernesto Zedillo ante las cortes judiciales estadounidenses, por ejemplo.
Y es que habría similitudes en ambos casos.
Porque a Calderón, igual que le sucedió a Zedillo en su momento, las fuerzas de su partido van a acabar imponiéndole el candidato. EZP, por ejemplo, mantuvo una “sana distancia” con Francisco Labastida, a quien regateó recursos de todo tipo, principalmente económicos, en la contienda presidencial del 2000.
El mismo Labastida platica ahora que, en 1999, culminado el proceso interno de selección de candidato con el que resultó favorecido –por encima de Roberto Madrazo y, entre otros, de Manuel Bartlett--, acudió a Los Pinos en busca del apoyo de su inquilino para liquidar los 400 millones de pesos que se habían dilapidado en tal experimento y que lo único que recibió fue una dura negativa por respuesta. Fue así que, para reponer los faltantes dejó de hacer campaña durante un par de meses. Y el resultado ya lo conoce usted: perdió.
Calderón, por su parte, también acabará regateando recursos al PAN cuando el organismo le dé abiertamente la espalda.
Pero más allá de ello, ni Vázquez Mota ni Creel Miranda le garantizan que pueda obtener la inmunidad necesaria, en el remotísimo caso de que alguno de ellos fuese electo ganador.
Sí lo haría Peña Nieto, en cambio. O al menos tal es lo que dicen las versiones recogidas en los desayunaderos.
Porque si algo le urge hoy al ocupante de Los Pinos es una garantía de sobrevivencia, tras de que los últimos seis años ha ido acumulando todo tipo de contrincantes y hasta enemigos políticos.
En los hechos, eso es lo único que le ha resultado bien.
Enemigos y contrincantes no sólo en el terreno de la política. También en el campo empresarial --¿verdad señor Slim?--, lo mismo que en el social cual ilustrarían los casos del SME, Mexicana de Aviación, Atenco, APPO y un largo etcétera y hasta en el religioso, pues no obstante su reciente postración ante la imagen de la Guadalupana, hay obispos que aseguran que, junto con su esposa, ya emigró a las filas del cristianismo.
Todo ello sumado, claro, a los muchos enemigos que ha ido acumulando en esa su muy particular y fallida guerra dizque en contra del narcotráfico en particular y de la delincuencia en general.
Agréguense las denuncias públicas que indefectiblemente terminarán en los tribunales internacionales, cual el que le espera en La Haya.
Le urge inmunidad, que algunos interpretaremos como impunidad.
¿Y a cambio de qué?
Las mismas versiones apuntan a que Calderón ya no va a sacar a relucir los llamados “expedientes negros” contra priístas. Que ya todo quedó arreglado con Peña.
Versiones, rumores que tienen altos ingredientes de razón, ¿no cree usted?
Así que, pese a que él no quería, Calderón terminará siendo “el Zedillo del PAN”. Va a entregar el poder a un partido distinto al suyo, de acuerdo a las versiones claro está.
Índice Flamígero: La organización FlashMob, que invitó a decenas de capitalinos a viajar sin pantalones en el Metro, está rebasada. Hace décadas que la clase política del país no los porta cotidianamente.
Francisco Rodríguez - Opinión EMET
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