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La necesidad de mejorar nuestra democracia tiene que basarse, entre muchas cosas, en el discurso genuino y en las acciones honestas, ello significa la aplicación de ética en el manejo de datos, discursos, manifestaciones, acciones y hasta encuestas.
Si un pueblo basa la toma de sus decisiones en la opinión pública manipulada lo que viene es la debacle de los gobiernos y las instituciones todas. El engaño no sólo es algo que padece a quien se le dirige sino también quien lo genera ya que se basa en mentiras, en algo inexistente que confunde a todos en el impulso para la construcción de futuro común. Es decir, basándonos en las mentiras lo que tendremos es un porvenir frustrante y depresivo para todos.
La política en todos lados no debe sostenerse en la manipulación de la opinión pública porque eso derrumba toda veracidad de dicho sistema echándola a la ruina que se lleva a pueblos enteros a la decadencia, a la corrupción, a la suciedad mental. No es sana, no es buena, no es lo que merecen los que apenas han nacido y los que vienen.
Cuando algunos políticos basan su estrategia electoral en la mentira todos comenzamos a vivir en la zozobra, en lo vacío y no se vale porque ¿qué necesidad tenemos de vivir en un mundo mediocre y ficticio cuando podríamos vivir y tomar decisiones con base en la realidad para transformarla?
Cada ataque a sitios web o en redes sociales a la transparencia y honestidad en la opinión pública es disuasivo de la razón, persuade en falacias que destruyen la esperanza y procuran la tristeza social. No debemos olvidar que el bien-estar se mide en la felicidad, en la alegría de un pueblo. ¿Qué gana el político que manipula y ensucia una elección? ¿Un cargo? ¿De cuántos años? ¿Ese poder le alejará de la muerte? Falta más lógica y humanidad y sobra la codicia y la ambición estúpidas.
Hoy, cuando este verano llegaremos al encontronazo de los trenes ideológicos, sociales, culturales, de creencia y no creencia, económicos y filosóficos en las elecciones esperadas con ansiedad desde 2006 debe vencer la razón, lo real, lo que de verdad existe y que no está en una tabla estadística manipulada a la mala para convencer a la gente con mentiras. ¿Lo entenderán los candidatos? ¿Lo entenderán los partidos políticos? Y lo más importante ¿lo entenderán los votantes?
Hace poco platicaba con un snob en la ciudad de México que decía que su voto lo dará a quien le mantenga en su confort, en su nivel de compras y viajes al extranjero, le cuestioné si sabía que había millones de niños sin escuela y sin buena alimentación, la respuesta fue que sí lo sabía pero que ellos algún día estarían mejor, insistió en que votará para que su estatus se mantenga sin importar que en todo México haya gente que no tiene ni la más mínima posibilidad de comer, estudiar, sanarse ni mucho menos de soñar con otra posibilidad de país. Terrible egoísmo que me avergüenza y me hace recordar que en cuando el mediocre respira con calma es porque su conformismo lo condena a la esclavitud.
Lo más sano para la democracia es pensar en los demás, en qué les favorecerá porque al final todos estamos en el mismo barco y todos podemos hundirnos o llegar a un buen puerto. Que la razón decida y que el compartir nos cobije porque lo que viene es el cambio real o la condena a la nada eterna.
Hay que pensar más en conjunto y menos en individualismo tonto y fatuo, hay que pensar en los ancianos, los niños, los gay, las mujeres golpeadas, los pequeños comerciantes, los profesionistas que empiezan. Nuestro país está más allá de un mal o una camionetota, es hora de despertar y actuar en consecuencia.
gestmann@gmail.com
Si un pueblo basa la toma de sus decisiones en la opinión pública manipulada lo que viene es la debacle de los gobiernos y las instituciones todas. El engaño no sólo es algo que padece a quien se le dirige sino también quien lo genera ya que se basa en mentiras, en algo inexistente que confunde a todos en el impulso para la construcción de futuro común. Es decir, basándonos en las mentiras lo que tendremos es un porvenir frustrante y depresivo para todos.
La política en todos lados no debe sostenerse en la manipulación de la opinión pública porque eso derrumba toda veracidad de dicho sistema echándola a la ruina que se lleva a pueblos enteros a la decadencia, a la corrupción, a la suciedad mental. No es sana, no es buena, no es lo que merecen los que apenas han nacido y los que vienen.
Cuando algunos políticos basan su estrategia electoral en la mentira todos comenzamos a vivir en la zozobra, en lo vacío y no se vale porque ¿qué necesidad tenemos de vivir en un mundo mediocre y ficticio cuando podríamos vivir y tomar decisiones con base en la realidad para transformarla?
Cada ataque a sitios web o en redes sociales a la transparencia y honestidad en la opinión pública es disuasivo de la razón, persuade en falacias que destruyen la esperanza y procuran la tristeza social. No debemos olvidar que el bien-estar se mide en la felicidad, en la alegría de un pueblo. ¿Qué gana el político que manipula y ensucia una elección? ¿Un cargo? ¿De cuántos años? ¿Ese poder le alejará de la muerte? Falta más lógica y humanidad y sobra la codicia y la ambición estúpidas.
Hoy, cuando este verano llegaremos al encontronazo de los trenes ideológicos, sociales, culturales, de creencia y no creencia, económicos y filosóficos en las elecciones esperadas con ansiedad desde 2006 debe vencer la razón, lo real, lo que de verdad existe y que no está en una tabla estadística manipulada a la mala para convencer a la gente con mentiras. ¿Lo entenderán los candidatos? ¿Lo entenderán los partidos políticos? Y lo más importante ¿lo entenderán los votantes?
Hace poco platicaba con un snob en la ciudad de México que decía que su voto lo dará a quien le mantenga en su confort, en su nivel de compras y viajes al extranjero, le cuestioné si sabía que había millones de niños sin escuela y sin buena alimentación, la respuesta fue que sí lo sabía pero que ellos algún día estarían mejor, insistió en que votará para que su estatus se mantenga sin importar que en todo México haya gente que no tiene ni la más mínima posibilidad de comer, estudiar, sanarse ni mucho menos de soñar con otra posibilidad de país. Terrible egoísmo que me avergüenza y me hace recordar que en cuando el mediocre respira con calma es porque su conformismo lo condena a la esclavitud.
Lo más sano para la democracia es pensar en los demás, en qué les favorecerá porque al final todos estamos en el mismo barco y todos podemos hundirnos o llegar a un buen puerto. Que la razón decida y que el compartir nos cobije porque lo que viene es el cambio real o la condena a la nada eterna.
Hay que pensar más en conjunto y menos en individualismo tonto y fatuo, hay que pensar en los ancianos, los niños, los gay, las mujeres golpeadas, los pequeños comerciantes, los profesionistas que empiezan. Nuestro país está más allá de un mal o una camionetota, es hora de despertar y actuar en consecuencia.
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