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Apenas el pasado martes 3 de enero, dijo la mujer de 42 años, había acudido a la Fiscalía General del Estado para declarar sobre la investigación iniciada a seis policías municipales señalados como probables autores de la muerte de su otro hijo, Jorge, encontrado en noviembre en uno de los miradores del Camino Real.
“Yo digo, entonces ¿de ahí viene todo esto, toda esta rabia? Porque nos querían quemar a todos”, comentó la mujer, que por temor a más represalias pidió no difundir su nombre completo.
“Yo les dije a ellos (los ministeriales): no quiero que vayan a mi casa, porque ya presentía yo esto”, agregó mientras limpiaba los escombros y la ceniza que quedaron en las dos habitaciones que incendiaron los homicidas.
No teme por su vida, sino por la de los hijos que le quedan
Carlos y Darío, de 14 y 20 años respectivamente, fueron asesinados la mañana del pasado sábado con disparos de ametralladora mientras se encontraban en sus camas en su vivienda de la colonia México 68. Sus cinco hermanitos —de dos, cuatro, ocho, nueve y 12 años— se encontraban en ese momento con ellos.
Testigos narraron haber visto cuando un grupo de hombres —aproximadamente cuatro— bajaron de una camioneta roja y de otra gris que estacionaron sobre la calle Emiliano Zapata y, a eso de las 10:30, brincaron la barda que rodea la vivienda número 1904 cargando un AK-47 y un galón de gasolina.
Luego, dos de ellos entraron en la habitación en la que dormían las dos víctimas y, casi desde la entrada, les dispararon. Después envolvieron a los muertos en las cobijas, los rociaron con gasolina y les aventaron un cerillo, provocando un fuego que, en minutos, consumió las dos habitaciones y todas las pertenencias de los Padilla Martínez.
“No hallo explicaciones ni hallo nada. Porque esto fue mucho coraje de los que hicieron esto, y fueron cobardes porque, ¿pa’qué los prenden? Si ya los habían matado ¿pa’qué los prendieron? Fueron cobardes, porque no dieron la cara de frente”, dijo la madre de familia.
“Nosotros salimos corriendo para las casitas de los perros”, agregó una pequeña de ocho años que también presenció la llegada de los homicidas de sus dos hermanos.
Martínez explicó que Carlos Omar se había inscrito apenas en la secundaria abierta, mientras que Andrés Darío le ayudaba en la casa con el cuidado del resto de los niños.
Ella, sin marido, sostenía la casa y a todos sus hijos gracias a su trabajo como empleada de la fábrica “bolsas de aire”, ubicada en el kilómetro 5 del bulevar Oscar Flores.
Y ahí se encontraba el sábado, dijo, haciendo un turno extra mientras Omar y Darío se quedaban con el resto de los niños en la vivienda de amplio patio y en la que la familia ocupaba dos habitaciones mientras rentaba otras dos.
Martínez dice no saber si el ataque tuvo relación con la información que surgió en diciembre pasado sobre el homicidio de su hijo mayor, Jorge Andrés, cuyo cadáver fue encontrado en noviembre en un barranco cercano al mirador “La Rosa de los Vientos”, del Camino Real.
Y es que, de acuerdo con dos testigos, Jorge fue parte de un grupo de cuatro detenidos por elementos de la Policía Municipal que, el 9 de noviembre, fueron trasladados a la estación policial Universidad (antes Aldama) acusados de un doble homicidio registrado ese día en la colonia Mariano Escobedo.
Pero en la estación policiaca, declararon dos de los detenidos ante la Fiscalía General del Estado, los seis policías aprehensores, junto con el secretario de Seguridad Pública Municipal, Julián Leyzaola, arremetieron a golpes contra Padilla, hasta matarlo.
“Y después de matarlo a golpes, vimos y escuchamos cuando el señor Julián Leyzaola les ordenó a los policías que al muerto (Padilla) lo fueran a aventar al Camino Real para que no quedara evidencia”, dijeron los dos testigos en un escrito enviado a la Fiscalía el 12 de diciembre y a partir del cual inició la investigación para la que Martínez fue citada el pasado martes 3 de enero.
Ayer, con entereza pese a algunos momentos de lágrimas, la madre de familia decía no temer ya más por su vida, sino por la de los hijos que le quedan. Por eso, dijo, prefirió no abrir la puerta durante la madrugada, cuando elementos de la Policía Municipal acudieron a tocar a eso de las 4, echando las luces y pidiendo que les abriera la puerta.
“Yo digo que viene de todo eso. Yo sé que ellos están matando. Y pienso que todo eso viene de ahí, porque ellos dicen que están limpios, pero ¿con esto que me vinieron a hacer?”, cuestionó Padilla.
Con información de El Diario
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