Featured Post

PRI, cómplice de la estrategia antidemocrática de Calderón

 
PRI, cómplice de la estrategia antidemocrática de  Calderón
¿Acaso el PRI se quiere convertir en cómplice de la estrategia antidemocrática del panista y cargar con sus culpas y daños a la nación? Si se sumara al PAN para aprobar esta perversa ley, quedaría claro que tal posibilidad no le importa. Allá ellos.



            De por sí ha sido gravísima para el país su “guerra”, que abrió la puerta del país de par en par al gobierno estadounidense, como ha sido reconocido incluso por algunos congresistas en Washington y por influyentes diarios, como el “The New York Times”, para que ahora pretenda justificarse argumentando que los cárteles tienen más fuerza que el Estado para organizar procesos electorales. ¿Qué busca Calderón con tan absurda postura? ¿Qué la Casa Blanca influya para que organismos internacionales digan que no hay condiciones en México para hacer elecciones? ¿Supone que así se crearían condiciones para que el PAN siga en el poder, de manera extralegal y pisoteando el marco constitucional?
             Todo hace suponer que tal es el propósito de su tesis, toda vez que será imposible que el partido blanquiazul se mantenga al frente de las instituciones nacionales. Tiró por la borda la histórica oportunidad que le dio la sociedad en el año 2000, que fue ratificada de manera espuria seis años después, y ahora quiere Calderón conservar el poder después de haber fallado tan lastimosamente, al haber agravado los vicios y fallas del PRI, y demostrado una gigantesca incapacidad para gobernar. Por muy importantes que sean los cárteles del narcotráfico, nunca podrán tener la fuerza del Estado para convertirse en un peligro nacional. Esto debe quedar muy claro.
            Lo que está demostrando el inquilino de Los Pinos es una sed insaciable de poder, que no se resigna a perder, de ahí su decisión de agrandar al crimen organizado a extremos muy alejados de la realidad, tal como lo hizo George W. Bush con el fantasma del “terrorismo”, a efecto de justificar el Estado policíaco que instauró en contra del espíritu de las leyes democráticas estadounidenses. Calderón se preguntó por qué la sociedad no reacciona como él ante el supuesto poderío del crimen organizado. La respuesta es muy simple: la gente sabe que Calderón mismo es quien ha contribuido con su estrategia a crear al monstruo, y que una vez que salga de Los Pinos se reducirá a su justa dimensión, la que siempre tuvo desde hace más de medio siglo.
            ¿No es un hecho que de nada ha servido su “guerra” para reducir los niveles del flagelo? ¿Acaso es una mentira que nunca como ahora el negocio del narcotráfico ha tenido tan cuantiosas ganancias, tantas que hasta la DEA participa en las mismas “lavando” millones de dólares de los cárteles? La gente no es estúpida como supone Calderón, ya no se deja engañar tan fácilmente, por eso no lo apoya en su desatinada “guerra” que nos está conduciendo al callejón sin salida al que nos quiere llevar el sector ultraconservador de Estados Unidos. Sería una idiotez secundar su actitud aberrante, como él quisiera para sentirse justificado ante la historia.
            Según él, hay que “martillar y martillar esa verdad (la presencia del crimen organizado en los comicios de Michoacán), hasta que quede clara y contundentemente plasmada en la conciencia nacional”. Es de dudarse que hubiera mostrado tal énfasis si su hermana hubiera ganado los comicios, que no ganó ni contando con todo el apoyo de la Presidencia, ni poniendo en práctica las añejas trampas del viejo PRI. Lo que se debe “martillar y martillar”, para que la sociedad no sea engañada, es que Calderón tomó al crimen organizado como pretexto para desviar la atención ciudadana y así poder actuar en contra y por encima del marco constitucional, para favorecer intereses contrarios a los del país, como lo patentiza la realidad con crudo dramatismo.
            Prueba contundente de ello es la firmeza con que ha insistido en que sea aprobada la iniciativa de ley de asociaciones público-privadas, un gran regalo navideño para la oligarquía, que tendría consecuencias trágicas para la sociedad, al cancelarse toda posibilidad de que el Estado recuperara su capacidad de garante del desarrollo social y de un progreso equitativo. Así se estaría privatizando el aparato gubernamental en su totalidad, para dejarlo en calidad de simple oficina de partes de los poderes fácticos. Así se haría realidad el sueño de los fascistas de reducir a su mínima expresión al Estado. Esto seguramente no le importa a Calderón, pues es obvio que el futuro de los mexicanos es intrascendente para él. ¿Acaso el PRI se quiere convertir en cómplice de la estrategia antidemocrática del panista y cargar con sus culpas y daños a la nación? Si se sumara al PAN para aprobar esta perversa ley, quedaría claro que tal posibilidad no le importa. Allá ellos.
Guillermo Fabela Quiñones - Opinión EMET