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Ayotzinapa: herencia revolucionaria

 
Ayotzinapa: herencia  revolucionaria
La izquierda electoral no puede permitirse el ostentoso lujo de esperar hasta el proceso electoral de 2012 para movilizarse ante la masacre de estudiantes de Ayotzinapa, más cuando uno de los responsables parte de sus filas


Como si las carencias y el olvido oficial a las comunidades campesinas de Guerrero no fueran suficientes, también deben sufrir la persecución, represión y muerte a manos de las fuerzas represoras que están bajo el mando de Ángel Aguirre y Felipe Calderón. Lo ocurrido el día de ayer en Guerrero responde a un fenómeno de resistencia constante de una comunidad, en su mayoría de campesinos de Ayotzinapa, que se niega a la imposición de un modelo educativo que poco o nada tiene que ver con su realidad práctica. Pertenecientes a la Escuela Normal Rural, los estudiantes de Ayotzinapa deben eludir las artimañas de los gobiernos locales en turno quienes tratan de diluir el poder su autodeterminación dentro de los planteles donde son ellos soberanos en cuanto a las decisiones que deben tomarse no solamente en cuestiones administrativas. Esta circunstancia al gobierno estatal no solamente no le agradaba debido a que con ello pierde el control del presupuesto federal que bien podrían administrar a su “criterio”, además de los evidentes votos que dejan de recibir debido a una comunidad educada y altamente politizada. Desde la negación a material tan básico como una fotocopiadora, hasta pretender reducir gradualmente cada año el número de lugares para nuevos ingresos, el gobierno de Guerrero (sin importar el nombre del gobernador el turno, quien quiera que este sea, siempre es el mismo representante del modelo neoliberal) arguye por otro lado que su intención es la “modernizar” al plantel de Ayotzinapa y que para ello incluso buscan acordar con UNESCO visitas “internacionales” para impartir seminarios de “alto nivel”.  Sin fotocopiadoras, esto se antoja casi imposible.

Por otra parte está la cuestión social. Ayotzinapa representa la sobrevivencia al margen de la voluntad del cacique en turno, la resistencia a las imposiciones federales y la vida comunitaria como eje de las decisiones vitales. Tales comportamientos son contrarios a la doctrina neoliberal donde la cohesión social está, no sólo proscrita, sino criminalizada ya que esta impide la creación de falsas necesidades para luego manipular al individuo mediante monsergas electoreras u orillarle a su desplazamiento y abandono de tierras. Ante la imposibilidad de lo anterior el gobierno (cualquiera) responde de la única forma que sabe hacerlo: mediante el choque violento, el trauma, la guerra sucia.
La izquierda electoral no puede permitirse el ostentoso lujo de esperar hasta el proceso electoral de 2012 para movilizarse ante la masacre de estudiantes de Ayotzinapa, más cuando uno de los responsables parte de sus filas, si es que aprecian su “legitimidad”, uno de sus activos retóricos más recurrentes;  sin embargo no son requeridos del todo ya que el proceso histórico por el que está pasando México se sustenta en la movilización social que esta alejada de la uniformidad, y complicidad, partidista.
Herencia de la segunda revolución inconclusa de México, las Normales Rurales son el baluarte que resiste estoicamente ante la mortal y aplastante opresión del sistema neoliberal y su método corporativista y clientelar. Afortunadamente, bajo el espíritu disidente y de lucha de los normalistas, ellos no se consideran así mismos víctimas de nada, de hacerlo, sería medrar el legado de aquellos luchadores sociales que han perdido la vida en defensa de los suyos.

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MorfO - Opinión EMET