Featured Post

5 años acaban en gran reparto de culpas (Lilia Arellano)

 
5 años acaban en gran reparto de  culpas
Porque ese discurso fue para repartir culpas. Hacia el Poder Legislativo por el atraso y el freno a sus reformas, al Judicial por la corrupción, a los gobernadores por no comprometerse tanto en la persecución de la delincuencia


“Algunos decían que no iba a llegar y ya llevo cinco años y todavía me falta uno”, dijo muy contento allá en Ocampo, Durango, Felipe Calderón. Y sí, le falta un año y, por lo dicho en el Campo Marte el 4 de diciembre, va a dedicarlo de lleno a enrarecer aún más el ambiente preelectoral y para ello nada mejor que servirse de su cortina de humo y sangre llamada “guerra contra el narcotráfico”. La irresponsabilidad con la que maneja sus discursos o lo que titulan “mensaje a la Nación” no conoce límites. No puede pasarse por  alto que asegurara que es “innegable la presencia de los cárteles en procesos electorales”. ¿Es ese el tácito y público reconocimiento a su fracaso al enfrentarlos, el cual ya traspasó la barrera de la seguridad a los ciudadanos para convertirlo en un elemento de primer orden en la política y el gobierno?

Esta aseveración es la continuación de sus dichos en Michoacán, respaldando las declaraciones de doña Luisa María, su hermana, señalando que el narcotráfico, los cárteles habían resuelto el triunfo priísta en esa Entidad. No contento con semejante pronunciamiento se lanzó sobre el Poder Judicial, nuevamente, y sostuvo que los jueces están en riesgo de caer en el poder corruptor de la delincuencia organizada, lo cual remueve otras declaraciones que causaron irritación porque señalaba que ya existía corrupción entre los jueces y magistrados. Ni de lo uno ni de lo otro presenta pruebas ni hace denuncias formales y ese debería ser su deber, el primordial.
Porque ese discurso fue para repartir culpas. Hacia el Poder Legislativo por el atraso y el freno a sus reformas, al Judicial por la corrupción, a los gobernadores por no comprometerse tanto en la persecución de la delincuencia como en las renovación de las instituciones. O sea, todos son culpables del desastre en el que intenta sobrevivir esta Nación menos quien encabeza el Poder Ejecutivo, quien debe dictar las políticas públicas, el hombre que no soporta una sola crítica y que olvida que los ciudadanos pueden demandarle el juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución sin miedo a ser perseguidos, denunciados, señalados.
Toda una cátedra sobre el funcionamiento del narcotráfico, de la siembra, de la distribución, de la venta, dio Felipe Calderón durante media hora ante un Campo Marte con un número importante de sillas vacías. Para él ese es el rostro del crimen. Y en ese tenor no figura ni la hambruna, ni la falta de servicios médicos adecuados, ni el desenlace que provoca la falta de empleo y las deudas. Todos los que por esos renglones pierden la vida y que no tienen otra base que no sea la un mal gobierno, esos no son crímenes. De seguro y para tranquilidad de su conciencia, el michoacano estará cierto de que perdieron el apetito, cayeron en manos inexpertas o le perdieron sabor a la existencia.
Hubo otros 50 minutos dedicados a señalar como estaban de mal las cosas, pero también a resaltar lo que se había dizque avanzado para disminuir efectos. El desencanto ha sido tal que salvo el renglón que compete a la inseguridad, a los crímenes, no hay quien recuerde otra postura o pronunciamiento de ese largo mensaje con motivo de los cinco años de (des) gobierno calderonista. De ahí que estemos en los tiempos de las grandes interrogantes, de las que van no sólo dirigidas a personajes que están –por fortuna- a punto de irse pero que nada ni nadie nos garantiza que lo harán del todo, sino a lo que viene, a los candidatos, a los partidos a lo que podemos aspirar como ciudadanos.
Lilia Arellano - Opinión EMET