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República amorosa o desterrar el odio

República amorosa o desterrar  el odio




Tampoco creo que ahora sea otro Andrés Manuel diferente al de 2006. Para mí sigue siendo el mismo. El hecho que modifique su discurso en la forma, no quiere decir que lo transforme en el fondo. Su proyecto de nación sigue sustentado en abatir el rezago social, la pobreza, la falta de oportunidades y en hacer crecer económicamente al país.
Por eso creo que se equivocan quienes siguen empeñados en tacharlo de loco o enfermo de poder. Pero si fuera un loco, creo que muchos estaríamos agradecidos de su locura, porque que yo tenga memoria, nunca antes un político había llamado al amor en defensa de la grave crisis de inseguridad que atraviesa el país.
Andrés Manuel es un tipo con errores y aciertos, no tengo la menor duda. Pero acaso está mal querer cambiar al país, comenzando por disminuir la pobreza y el poder de los monopolios. Es malo pedirle a los ricos que entre más ganen mejor distribuyan los dividendos de la riqueza. Es malo que la población que vive en pobreza extrema tenga los servicios públicos necesarios para vivir con dignidad.
Una de las cosas que me sorprende de AMLO es que tiene la característica de la gente lo odie a más no poder, o que lo admiren. Una u otra posición, sin medias tintas. Pero como sabemos, todos los excesos son malos. Tan maléfico es que se le odie a morir, como se le admire ciegamente. Sus seguidores, a veces pecamos de fanatismo, lo reconozco. De hecho eso es lo que de cierta manera ha divido a la izquierda, porque están los radicales y los moderados, pero no hay mejor manera de llegar a acuerdos con un diálogo respetuoso y estratégico. Lo que propone al final del día Andrés Manuel con su República amorosa en esencia es eso: un diálogo fraternal y respetuoso.
Sin embargo me doy cuenta que quienes lo critican, a veces lo hacen sólo para ser parte del lugar común, cosas tan absurdas como que se va a reelegir y en México no hay reelección, son cosas que más que aportar con ideas y argumentos al debate público, lo frivolizan y acaba siendo una vil tontería. Pero aclaro, no estoy diciendo que no debamos criticarlo, precisamente por ser un hombre que está buscando la presidencia del país, AMLO automáticamente se convierte en un foco de atención, análisis y críticas. Criticarlo con ideas, argumentos y preguntas no sólo es válido, es una obligación de todos nosotros; pero insisto, sin caer en la frivolidad o la estupidez.
Lo he dicho en otros espacios periodísticos, Andrés Manuel hoy, está mucho más comprometido con los ciudadanos mexicanos, que hace seis años. Por eso, el discurso de la República amorosa me parece un buen inicio para la reconciliación; pero más aún, por la posibilidad que lanza de dejar atrás el pasado para concentrar los esfuerzos en el futuro. Por eso digo, que no es una modificación ni de su persona ni de su discurso, sino en todo caso una evolución hacia delante, que no es otra cosa que aceptar que ha aprendido la lección…
Haciendo una nota al margen, está semana la Suprema Corte falló en favor de la revista Letras Libres y por consecuencia en contra del periódico La Jornada. Ambos medios de comunicación sostenían un pleito por calumnias. Más allá de la complejidad del conflicto, me llamó poderosamente la atención que los intelectuales de derecha, encabezados por el ingeniero Enrique Krauze, retomen la idea de la República amorosa de Andrés Manuel. Claro, muy a regañadientes y a su estilo, Krauze victorioso aceptó que este país vive en el encono provocado por los recientes gobiernos que han sido torpes en su actuar. Con apenas un roce hacia la propuesta de AMLO, dijo que si no era llegar al extremo del amor, al menos sí teníamos que desterrar el odio.
Evidentemente, Krauze no es un tipo con el cual comparta afectos, pero mi lectura de este episodio es que, intelectuales conservadores y de derecha como él (recordemos que días antes de la elección del 2006 publicó un texto donde exponía las razones por las cuales AMLO no debía ganar), reconocen veladamente que es el turno de la izquierda para gobernar este país, y el hecho de llamar a desterrar el odio es lo mismo que la República amorosa.
Conozco y sé de intelectuales, líderes de opinión y periodostas con el perfil de Krauze que lamentablemente no se atreven a exponer públicamente su simpatía por AMLO. De hecho agreden y critican férreamente a Andrés Manuel; pero en el fondo son quienes piden a gritos un cambio en el país. Lo mismo ocurre con un sector de la clase media y la clase alta, si nos ajustamos a la taxonomía de las clases sociales, son quienes más necesitan un cambio radical. Los pobres, como sea saben, conocen y aceptan su condición.
Por eso en las marchas y mítines, bajo el rayo del sol, la gente humilde son quienes miran con ilusión hacia el orador del templete, porque quieren escuchar una esperanza de mejores condiciones de vida que durante años les ha sido negada. En cambio, un parte de los clasemedieros y la clase alta toda, miran desde lo lejos, incrédulos y con temor de que su estado de confort sea arrebatado por los mugrosos indios que nomás cierran las calles y que no trabajan, cuando en el fondo saben que esas personas viven con mayor dignidad a pesar de su pobreza.
Si la República amorosa da para mofarse un poco y hacer todo tipo de chascos al respecto, adelante bienvenido, eso es lo que nos caracteriza a los mexicanos: la simpleza de la vida. Pero, no olvidemos que en nuestras manos está el presente y el futuro y lo que hoy decidamos nuestros hijos lo disfrutarán o padecerán. ¿Qué de malo tiene vivir en la República amorosa?... o ¿queremos vivir en el encono, crimen, miedo y mentarle la madre todo el tiempo a los políticos y gobernantes para ser felices?
@juanjosesolis / FB/JJSolisDelgado
Juan José Solis - Contenidos EMET