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Aun cuando tuviera razón, el caso grave es que no se actuó con la prudencia y sensibilidad política indispensables en una situación así. En ningún momento, ninguna autoridad del gobierno capitalino se acercó a los pilotos a negociar una salida que evitara el uso de la fuerza.
Llama la atención que Ebrard se prestara a hacer el trabajo sucio al gobierno federal, en una coyuntura tan delicada, incluso para él mismo en cuanto que se mantiene como contendiente de la izquierda para las elecciones por la presidencia de la República. Ahora su precandidatura quedó contaminada y su imagen pública es la de un represor que no se diferencia en nada de quienes detentan el poder, que se han distinguido precisamente por su proclividad a “solucionar” conflictos con el uso de la fuerza. ¿Habrá querido demostrar que a él no le temblará la mano para meter en cintura a los revoltosos que se atrevan a oponerse a los designios de la oligarquía?
Si así fuera, cabría puntualizar que escogió un pésimo momento y a un grupo contraindicado. Los trabajadores de Mexicana de Aviación son víctimas de la voracidad del calderonismo, no unos alborotadores comunes. Les asiste la razón jurídica para defender sus legítimos derechos; no están atentando contra la economía, ni mucho menos creando un conflicto político. Al igual que los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas, su actuación obedece a una elemental necesidad de sobrevivencia laboral, al imperativo de defender su fuente de trabajo, a la urgencia de salvaguardar incluso un sector productivo estratégico para el país.
Es muy ilustrativo el hecho de que Felipe Calderón se haya negado hasta cinco veces a recibir a los dirigentes sindicales de Mexicana de Aviación, que Javier Lozano, secretario del Trabajo, en todo momento haya obstaculizado negociaciones que podrían haber destrabado el conflicto desde hace varios meses. En cambio, al antiguo concesionario de la empresa, Rogelio Azcárraga, no se le ha molestado para nada, a pesar de los manejos turbios que siempre caracterizaron su administración, mismos que le fueron comprobados oportunamente. Queda claro, como afirmó Fernando Perfecto, dirigente de la Asociación Sindical de Pilotos de Aviación, que “al gobierno federal no le interesa el futuro de los trabajadores de Mexicana de Aviación”.
No se les ha escuchado una sola vez, Lozano se ha negado rotundamente a buscar soluciones, y en cambio ha puesto todo tipo de trabas para entorpecer negociaciones con posibles inversionistas, motivo por el que fueron a manifestar su protesta frente al edificio de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Buscaban ser recibidos por su titular, Dionisio Pérez-Jácome, quien se negó rotundamente. Luego fueron reprimidos por granaderos y tratados peor que viles delincuentes. El error ya estaba cometido, por eso ya no tuvo caso que el secretario de Gobierno capitalino, José Ángel Ávila, se disculpara personalmente con los pilotos afectados, a quienes dijo que “se había tratado de una equivocación”.
Por supuesto no fue así, sino un acto premeditado, como lo dejaron ver las declaraciones de Ebrard, quien concluyó diciendo que “no se va a resolver el problema de Mexicana porque 300 mil personas lleguen tarde a su trabajo”, lo que fue evitado gracias a la represión. Como si en la metrópoli no se vieran a todas horas y con cierta frecuencia plantones y manifestaciones que afectaran a terceros, sin que la policía llegue a reprimirlos.
Es claro que detrás de la terquedad de Calderón en mantener el conflicto de la que fue la principal empresa aérea del país, hay un asunto turbio de intereses económicos, que algún día tendrán que salir a la luz. Por lo pronto, ya se hizo un grave daño a la nación, que así como perdió su sistema ferroviario, ahora está en vías de perder su soberanía sobre el espacio aéreo. Lo que se consiguió, tras 15 meses de paro, es que las rutas que antes tenía Mexicana de Aviación, ahora las estén atendiendo empresas extranjeras.
Parece ser que la extranjerización es parte consustancial del modo de ser y de pensar de la oligarquía. Hasta la campaña “El buen fin” se basa en el Día de Gracias estadounidense, dizque para impulsar el mercado interno. Si realmente se buscara ese imperativo insoslayable, desde cuándo se hubiera implantado un amplio programa de medidas económicas anticíclicas, entre ellas anclar los aumentos a las gasolinas y otorgar salarios justos a los trabajadores. En realidad, con esta medida se apoya a los grandes almacenes a que saquen sus saldos. Al adelantar aguinaldos, lo que se conseguirá es que la “cuesta de enero” se alargue aún más.
Guillermo Fabela Quiñones - Opinión EMET
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