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La sonrisa de Marcelo, antes de cualquier discurso, lo delataba. Estaba desencajado.
Una vez que tres de las cinco preguntas de la muestra aplicada a seis mil ciudadanos sobre preferencias entre Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador, le dieron mayor puntaje al ex candidato presidencial de izquierda en el 2006, el primero en pronunciar discurso fue el derrotado en tal evento estadístico.
Me llama la atención que las más de las críticas a las palabras expresadas en ese momento por Marcelo, se encaminaron a definirlo como un buen y elegante contrincante. Cuando para mí, se mostró resentido, como un perdedor al que le falló la estrategia para encaminarse como candidato presidencial rumbo al 2012.
Al escuchar a Ebrard, lo percibí frustrado justo al citar lo que hubiera podido argumentar y que al no callarlo, de cualquier manera lo reclamó.
Cuando Marcelo citó en su discurso los resultados de la encuesta, justo después, sus frases no fueron nada coherentes al decir que no declararía, lo que justo en ese momento hacía, como dejando patente su superioridad frente a su adversario, Andrés Manuel.
“La encuesta -como se ha informado el día de hoy- se realizó conforme a lo previsto y se presenta a la opinión pública tal y cual resulto. De las cinco preguntas, yo gano dos y Andrés Manuel gana tres; el saldo de opinión me es favorable y el potencial de crecimiento de mi candidatura sería alto. La intención del voto favorece hoy a Andrés Manuel.
Sería posible argumentar que estamos en posiciones de equilibrar, o podría yo argumentar que no he estado en campaña mediática, o que las diferencias no son las suficientes, podría yo empecinarme el día de hoy, en llamar a ir a las internas, a partir de diciembre. Sí, se podría, pero entonces, cabría preguntarse ¿en dónde quedo la congruencia? ¿Dónde quedaron los objetivos estratégicos planteados en la encuesta?”
Que hubo congruencia con el acuerdo entre las fuerzas de izquierda para apoyar a un candidato, sí. Pero Ebrard no pudo evitar cantar su predominio pese al resultado de las famosas encuestas, que por cierto, él mismo propuso.
Y aunque el jefe de Gobierno capitalino ahora no tiene gran fortuna en el juego político al que aspira, puede anotarse puntos en la materia del amor, pues su señora esposa, Rosalinda Bueso dice que ella fue la victoriosa: "Yo gané, yo gané un extraordinario hombre en mi vida. Es una persona muy leal. El momento en que él mantiene su postura habla muy bien de un caballero, hay muchas personas que lastimosamente han perdido esos principios”, apuntó la señora de Ebrard.
Acta Divina… En conferencia de prensa tras un recorrido por el Hospital Rubén Leñero, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, advirtió que respetar el resultado –de las encuestas para definir candidato de izquierda--, como lo prometió, no significa retirarse, porque “sigo en mi carrera política”. Ebrard añadió: “No me he retirado de nada, sigo al frente del Gobierno de la ciudad, sigo mi carrera política y estoy pensando en el futuro, siempre pienso en el futuro, no sólo el día de mañana sino qué va a pasar dentro de 10 o 20 años”.
Claudia Rodríguez - Opinión EMET
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