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Donde la luz no llega

 
Donde la luz no  llega



Curvas, recodos, piedras que lo obstaculizan, barro, polvo, estrecheces imposibles.
Nunca voy sola, es por ello que confío en que al final de mi recorrido encontraré un remanso de paz en el que reposar eternamente.
Sería injusto si sólo me dedicara a avanzar con la máxima de llegar a mi destino y no disfrutara de aquello que diviso mientras camino. La vida no es un sendero cómodo, pero posee la virtud de ofrecerte paisajes de los que disfrutar mientras transitas por ella. Escenas hermosas, plagadas de una calidez conmovedora, panorámicas un tanto menos bellas pero poseedoras de una luz muy realista, áridos espacios de ajada naturaleza que entristecen el corazón pero que nos recuerdan épocas primaverales.
Veamos lo que veamos mientras marchamos por la vida, es sensato aprender a contemplarlo con los ojos ungidos de gracia y prestos a vislumbrar atisbos de belleza.
Hay muchas personas que pausan su existencia y deciden acabar con ella antes de que su viaje haya concluido. Se toman la libertad de decidir cuándo y cómo acabar con todo.
 ¿Qué ocurre en la mente de alguien para llevarle a extremos tan trágicos e inexplicables?
Pienso que no es lo que ocurre, sino más bien lo que no ocurre.
No ven el sendero como un itinerario hacia algo más, contemplan la vida con la carencia de valores y sin sentido para seguir transitándola. Con la negra espesura del entristecimiento y hondo penar que acaban atenuando cada día con un sufrimiento insufrible.
Aquellos que cada mañana emprendemos un nuevo día con la premisa de hacer de nuestra jornada un recorrido grato, no podemos entender lo que les sucede a quienes simplemente ven en cada nuevo amanecer un sinsentido que carcome su alma hasta llevarlos a la angustia más profunda.
Ruego a mi Dios, que haga llegar la luz a esos lugares donde la oscuridad lo ciñe todo.
Que mediante útiles sencillos encienda una llama en las oquedades donde la esperanza es una utopía.
Yolanda Tamayo - Contenidos EMET