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Por su parte Herman Cain se refirió a la necesidad de que su país tenga autoridad para “hacer lo que el gobierno federal (mexicano) es incapaz de hacer”.
Así queda demostrado que el derecho internacional es letra muerta, como lo fue para Adolf Hitler en el año 1939, situación que pone en grave riesgo la paz mundial, porque muchos países condenarían abiertamente la violación flagrante de la soberanía de México. Aunque parece que eso es precisamente lo que buscan los “halcones” de la clase política de la nación vecina, exacerbar el ambiente prebélico para aducir una “necesaria” defensa de su territorio ante la supuesta presencia de terroristas en suelo mexicano. Dijo Perry: “Sabemos que Hamas y Hezbollah están trabajando en México, como Irán, con su maniobra para venir a Estados Unidos”. ¿Dónde están las pruebas?
Es obvio que pueden actuar con tal descaro porque en este momento el gobierno mexicano cumple una función de agente de la Casa Blanca, como lo demuestra la realidad. En vez de protestar enérgicamente ante la gravedad de las acusaciones de los precandidatos republicanos, la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, sólo los invitó, “con mucho respeto y de manera amistosa,” para que “en temas tan delicados e importantes, no sólo para nuestro país sino para la relación bilateral, haya más cuidado al hacer estos pronunciamientos”.
Se reconfirma, por si hiciera falta, que la estrategia de Felipe Calderón orientada a crear un clima de extrema violencia, obedece a la necesidad de la Casa Blanca de contar con elementos para activar una política intervencionista con gran rudeza. Puntualizó Cain que “40 por ciento de la gente en México, según un sondeo, cree que su país es un Estado fallido”. Ante tal situación, de acuerdo con la lógica del republicano, se justifica que tropas estadounidenses “trabajen dentro de México” a fin de frenar tal estado de cosas. Y para demostrar su dicho recordó que “el número de gente asesinada en México el año pasado, equivale a los asesinados en Afganistán e Irak, combinados”.
Pero Calderón sigue contribuyendo al fortalecimiento de la política intervencionista estadounidense, con su terquedad para mantener el clima de violencia que cada año va en aumento. Según él, “la violencia no se da por la intervención de las fuerzas federales; es al revés, las fuerzas federales intervienen porque hay violencia”. Sin embargo, el mismo reconoce que esta situación no empezó con su “gobierno”, creerlo “es tan equivocado como suponer que al retirar a las fuerzas federales, o al concluir la presente administración desaparecerá por sí mismo”.
Efectivamente, el narcotráfico comenzó desde mucho antes de que naciera Calderón, y nunca había habido problemas de violencia como ahora. Los generó su estrategia, ésta sí muy equivocada, porque obligó a los cárteles a organizarse a fondo para enfrentar a las fuerzas federales. Los desperdigó por todo el país, cuando antes estaban concentrados en sus respectivos territorios, sin necesidad de armarse hasta los dientes como están ahora, lo que significó un gran negocio para los fabricantes y exportadores de armas estadounidenses. Creó un ambiente muy favorable para el surgimiento de bandas delictivas de nuevo cuño, más violentas que los antiguos cárteles de la droga, negocio que ahora quiere controlar totalmente el gobierno estadounidense.
Por eso, es casi seguro que al concluir la presente administración, el problema de la violencia habrá de reducirse de manera considerable, toda vez que el nuevo gobierno federal, independientemente del partido que sea, tendrá que modificar una estrategia fallida, que lo único que está consiguiendo es desarticular más rápidamente al Estado mexicano. Cabe aclarar que es falsa la apreciación de Calderón de que los gobiernos anteriores no combatían al narco, por eso su expansión y fortalecimiento. Este fenómeno es consecuencia del acelerado crecimiento del mercado, cada día más atractivo por el incremento de los precios debido a la prohibición del consumo de enervantes, cuyo complejo y peligroso trasiego lo hace más caro aún.
Los hechos muestran que la expansión de la criminalidad se dio en este sexenio, a pesar o gracias a la errónea decisión de poner a las fuerzas armadas a combatir a los cárteles, estrategia que ahora sabemos es congruente con la política estadounidense de crear condiciones en México para justificar una “Doctrina Monroe del siglo veintiuno”. De ahí que sea muy común ahora comparar a los narcotraficantes con “terroristas”. ¿Por qué nunca antes se hizo tal equivalencia, cuando el trasiego de drogas ilícitas tiene más de medio siglo de existencia?
Guillermo Fabela Quiñones - Opinión EMET
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