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Esta situación se origina en que se ha rebasado con creces la normalidad democrática, o sea la necesidad de ajustarse a reglas de juego que den legitimidad al grupo en el poder
Esta situación se origina en que se ha rebasado con creces la normalidad democrática, o sea la necesidad de ajustarse a reglas de juego que den legitimidad al grupo en el poder. Esta premisa ya no tiene validez, pues la clase política actúa con absoluto cinismo, al darse cuenta que la población se mantiene pasiva ante sus abusos e iniquidades. Ahora el pueblo mexicano está enajenado, absorto en enfrentar sus graves problemas cotidianos, cruzado de brazos, a sabiendas de que está completamente excluido de la toma de decisiones de interés nacional.
En los más recientes procesos electorales, quedó de manifiesto que el dinero es el principal argumento para ganar. Así parece ser el caso en los comicios de Michoacán, donde la hermana de Felipe Calderón ha derrochado recursos sin un elemental respeto a la reglamentación y mucho menos a los electores. Al viejo estilo priísta, sus operadores han estado violando la ley electoral del estado, sin ningún recato. Aun cuando lo mismo ha hecho el candidato del partido tricolor, destaca el proceder de los panistas porque no han tenido empacho en usar a las dependencias del Ejecutivo federal en su provecho, de modo por demás evidente y ofensivo.
Tal parece que lo que se busca es que la ciudadanía acepte de una vez que no tiene caso hacer elecciones, pues de cualquier manera su voto no es respetado y se acaba imponiendo a quien quiere el grupo en el poder. Podría argumentarse que así se evitarían los dispendios que ocasionan los procesos electorales. Los acuerdos en la cúpula del poder serían la hipotética solución para superar los conflictos, cada vez más obvios, posteriormente a las elecciones. Al fin que quien manda en el país es una oligarquía que tiene recursos de sobra para comprar su seguridad y mantener sus privilegios. Para las pocas familias que la integran, sería más barato y cómodo pagar porque los cambios en los dos principales niveles de gobierno, se dieran sin los molestos y riesgosos procesos electorales.
Sin embargo, para que la nación recupere la estabilidad política perdida por tanto abuso de una minoría privilegiada, es imprescindible fortalecer el régimen democrático, y la mejor manera de hacerlo en este momento es mediante elecciones transparentes y confiables. Se generaría la confianza suficiente para seguir trabajando en favor de una indispensable unidad nacional, tan cacareada pero imposible de realizar por las profundas divisiones existentes entre los mexicanos. Sin comicios legales y legítimos será mucho más difícil superar una situación crítica que amenaza volverse caótica, lo que de suceder agravaría los problemas actuales, y así se abriría la puerta de par en par para que el gobierno estadounidense justificara una intervención plena en México.
De ahí el imperativo de que los comicios en Michoacán se realicen de la mejor manera posible, a fin de cerrarle el paso a quienes desearían que hubiera pretextos para apuntalar la represión y criminalizar las protestas sociales. Lo deseable, aunque parezca imposible, es que los partidos de izquierda o que se dicen serlo, actuaran como uno solo para vigilar el proceso antes y después de que se depositen los votos en las urnas, y se tengan pruebas suficientes para invalidarlo en caso de que las irregularidades fueran tan graves que no hubiera otro remedio.
Por lo que se ha visto durante la campaña, Calderón tiene la clara y firme intención de hacer gobernadora a su hermana, “háiga sido como háiga sido”, al fin que esto da resultados, como lo demostró su caso. Es preciso enfrentar esta posibilidad y la mejor manera de hacerlo es cerrando filas las fuerzas democráticas (incluso las que dicen serlo), porque de salirse con la suya la hermana del inquilino de Los Pinos, los sufrimientos para los michoacanos se habrían de centuplicar, por la sencilla razón de que la señora a quien apodan “cocoa”, llegaría al palacio de gobierno sólo a lucrar y fortalecer su grupo de interés, tal como lo ha hecho su hermano. Así sería porque los panistas en el poder, con algunas excepciones, no tienen vocación social ni un mínimo interés por el futuro de México. Lo han demostrado con creces a partir del año 2000
Guillermo Fabela Quiñones - Opinión EMET
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