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Columna: *Los poderes fácticos y la hábil estrategia de López Obrador*

 
Los poderes fácticos y la hábil estrategia de  López Obrador
La izquierda unida tendrá un papel muy significativo en las elecciones, pues de que se mantenga así, unida



            Las elites deben comprender que incluso ellas mismas estarían en peligro de perder lo ganado, no porque accediera Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República, sino porque no llegara como consecuencia de un nuevo complot como el de hace seis años. Es preciso que entiendan que el verdadero enemigo del país es la descomposición del tejido social, el desempleo, la marginación, la violencia y el desmantelamiento del Estado. Esta es la hora del cambio que reclama urgentemente la sociedad nacional, la propia realidad, las nuevas generaciones de mexicanos. Y ese cambio sólo puede llevarlo a cabo la propia sociedad organizada en torno a un proyecto de país que promueva la democracia, la justicia social y el crecimiento sostenido.
            Seguir por el mismo camino trazado hace tres décadas es prácticamente imposible. Es impensable que más de dos terceras partes de mexicanos acepten sobrevivir en condiciones de pobreza extrema, a sabiendas de que las cosas irán empeorando cada día, porque así lo patentiza la terca realidad. Es preciso que los pequeños, medianos y grandes empresarios ajenos a la oligarquía, entiendan que López Obrador no está en contra de que progresen, sino todo lo contrario, porque son ellos precisamente quienes crean el mayor número de empleos, y lo que necesita el país es eso, pero en condiciones favorables para todos, lo que finalmente sería el método idóneo para impulsar el crecimiento y frenar el deterioro del tejido social.
            Por eso es vital que los comicios del 2012 se realicen de manera transparente, porque de otro modo se estaría cancelando la posibilidad de que el país cambie favorablemente. La única salida entonces sería la instauración de un Estado abiertamente fascista, amparado en la fuerza de las tropas, pero sobre todo en la tutela del gobierno estadounidense, cuyo poder decisorio iría en aumento, hasta lograr su objetivo largamente buscado de implantar su hegemonía y usufrutuar los bienes nacionales en su exclusivo beneficio. Entonces aumentaría la pauperización de las clases medias y se cancelaría la viabilidad de una economía al servicio de la sociedad.
            La incipiente democracia mexicana quedaría hecha añicos si los comicios no se realizan con apego a la legalidad, como lo señalaron especialistas en el coloquio organizado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y la Cámara de Diputados. Puntualizaron que el problema central es que “por un lado va la regulación electoral y por otro la realidad política, que por falta de compromiso y responsabilidad de la clase gobernante va en una ruta distinta, de tal suerte que el proceso de la lucha por el poder no está siendo regulado por las normas electorales”.
            Si en el 2006 se evitó una sangrienta confrontación entre el pueblo defraudado por el gobierno federal panista, gracias a la hábil estrategia de López Obrador de concentrar las protestas en el plantón de Paseo de la Reforma que duró varios meses, otro fraude de igual magnitud no sería perdonado y la situación podría salirse de control. A nadie conviene que suceda un episodio que ponga en grave riesgo la poca gobernabilidad que queda en el país. De ahí el imperativo de que las clases medias, los pequeños, medianos y grandes empresarios ajenos a la oligarquía, se conviertan en garantes de la legalidad electoral, no en títeres de la minoría privilegiada que quiere mantener un estado de cosas que sólo a ella beneficia.
            Deben entender que el enemigo a vencer no es López Obrador, como así les quieren hacer creer los poderes fácticos, sino una realidad que nos está llevando a la destrucción total del país, cosa que beneficiaría, incluso colateralmente, a la elite que detenta el 80 por ciento de la riqueza nacional, pues en realidad quedaría en calidad de socia minoritaria de las grandes trasnacionales que se apoderarían de los bienes de la nación. No se debe perder de vista que las elecciones del 2012 serán la última oportunidad para desactivar la bomba de tiempo que significa el modelo económico depredador en manos de la oligarquía. Es preciso aprovechar la coyuntura para frenar a los enemigos de la nación, a quienes les tiene sin cuidado el futuro de los mexicanos. Esta es la oportunidad de comprobar que el pueblo unido no puede ser vencido.
Guillermo Fabela Quiñones - Opinión EMET