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AMLO: Perdonar para ganar

 
AMLO: Perdonar para  ganar
Hoy, ante un país colapsado en lo que a gobernabilidad se refiere, no nos queda mucho andar que recorrer, antes de lamentarnos por el legado de indiferencia, de falta de garantías, de derechos, de libre tránsito



No me sorprende la candidatura de Andrés Manuel López Obrador como aspirante presidencial de “las izquierdas”. Políticamente hablando, no hay contendiente mejor posicionado que las represente.
Me sorprende nuevamente su gran capacidad conciliadora, pues convida a “todos a construir una República amorosa”, “sin odios ni rencores”. Me sorprende nuevamente su capacidad visionaria.
En 2006, durante y después del proceso electoral “turbio” e “insuficiente” para emancipar al pueblo mexicano, una gran mayoría asumió como válido el argumento mediático y sistémico de que Andrés Manuel era un peligro para México; más aún, esa gran mayoría lo dio por hecho cuando se tomaron las calles de Reforma.
Respecto a esto, muchos siguen hoy en día sin reparar ni dimensionar en las implicaciones que para efectos de evitar una confrontación o un levantamiento civil, tuvo esta estrategia que socialmente hablando, propició la descarga de la masa que se concentró en torno a esta derrota.
Pero esto ya quedó atrás.
Hoy, ante un país colapsado económicamente hablando. No en lo que respecta a la economía de los tecnócratas del gobierno y de sus instituciones nacionales e internacionales. Colapsado ante una economía de los de abajo, una economía sin oportunidad de escalada, una economía sin oportunidad siquiera del beneficio básico de una vida digna.
Hoy, ante un país colapsado socialmente hablando. No en lo que respecta a la riqueza cultural sino en lo que respecta a la cohesión de los unos y los otros. Vivimos más distantes que de costumbre, más aún de lo que ya había vislumbrado Octavio Paz. Vivimos divididos por cualquier encomienda, nos jactamos de nuestras diferenciaciones. Las redes sociales nos unen para perpetrar nuestras trivialidades, pero cuando se trata de unificar criterios nos escondemos por temor a ser vulnerados.
Hoy, ante un país colapsado en lo que a gobernabilidad se refiere, no nos queda mucho andar que recorrer, antes de lamentarnos por el legado de indiferencia, de falta de garantías, de derechos, de libre tránsito…
Nuestras muertas de Ciudad Juárez siguen sin recibir justicia al grado de que no existe un solo detenido. Nuestras carreteras se funden en el silencio de violaciones y asesinatos cobijados en el anonimato de la complicidad institucional. Acteal y Aguas Blancas siguen en el recuerdo arbitrario de un aparato de justicia politizado…
Hoy, ante un país resquebrajado y dividido; no nos queda más que mirar más allá de nosotros mismos y mirar por todos nosotros con la única consigna de la unidad.
Hay mucha gente que cree en AMLO pero tiene miedo; tienen miedo porque aún creen en las falacias y sofismas de 2006.
Lo peor, es que nosotros, los que sufrimos la derrota, los que fuimos despojados de nuestro derecho a elegir, nosotros las víctimas del: "Haiga sido como haiga sido", estamos tan lastimados todavía que no toleramos a aquellos que a veces sin quererlo, y que muchas veces con el simple afán de buscar encontrar un argumento para sumarse a nuestra lucha, se acercan a cuestionarnos.
Los alejamos con nuestro rencor, con nuestra defensiva, los tachamos y tildamos de ignorantes, de mediatizados, de trillados, de enemigos disfrazados y los enviamos en bandeja de plata a las fauces de los adversarios, quienes los reciben con los brazos abiertos, para utilizarlos y jugar con ellos, con sus aspiraciones y sus sueños, haciéndoles creer que son parte de ellos; pero al final los ultrajan y humillan despojándolos de su dignidad.
 Sigo convencido -y no lo digo sólo en el afán romántico- que la única opción viable para transformar este país en la actualidad, es Andrés Manuel.
También estoy convencido que la única manea de ganar es con la unidad y la unificación. La primera ya está en la mesa, la segunda será producto de una ardua labor, principalmente de aquellos que simpatizamos con la causa y no sólo de aquellos que enarbolan la bandera partidista.
Este último, es el principal desafío y será posible, si y sólo si sumamos en lugar de restar. No se trata de olvidar, pero sí de dar paso a la sanación; ya la historia tiene la responsabilidad de plasmar los hechos, a nosotros sólo nos compete hacer nuestra parte por lo venidero. Por tanto, es hora de dejar atrás el sentir y penar de la ofensa pasada. Es hora de despojarnos de los recuerdos de humillaciones y vejaciones. Es hora de renunciar al miedo. Es hora de perdonar y construir. Es hora de perdonar para ganar.
Jonathan Salazar - Opinión EMET